viernes, 2 de septiembre de 2011

CAPITULO 19: Iria


Me fui a dormir, con la culpabilidad de que había bebido la sangre de William.

Llegué al instituto con un sueño terrible, no había podido dormir en toda la noche. De repente se me echó encima mi mejor amiga: Iria. Era la mejor persona del mundo. Tenía unos ojos verdes, que en ocasiones parecían de color miel. Su pelo, rubio y un poco rizado, normalmente recogido por una coleta perfectamente hecha. Llevaba, normalmente, unos pantalones pitillos y camisetas o alguna blusa. Ese día llevaba un vestido, precioso. Era blanco, de estilo impero, corto y con las mangas cortas. Por encima llevaba una rebeca azul clarita con los zapatos y la mochila a juego. Repito, iba preciosa.

- Hola Lu – dijo ella, era la única persona que me llamaba así.- ¿Qué tal el fin de semana con tus padres?

- Muy bien, hoy vas preciosa. – dije yo con una sonrisa.

- Gracias, tú también vas preciosa – dijo mirándome de arriba abajo.

Yo no iba tan guapa, llevaba un vestido de palabra de honor de color amarillo con una rebeca de color blanco y unos botines con tacón y la mochila a juego. Llevaba recogido el pelo con una diadema amarilla y llevaba los pendientes del mismo color. En realidad iba muy guapa, pero la cara de haber dormido poco me delataba.

- Aunque, tu cara deja mucho que desear… - dijo cogiéndome de la mano y llevándome al cuarto de baño de chicas.

Ella era así te decía lo que pensaba, bueno o malo, y lo soltaba, era algo que me encantaba de ella que no se calla ni se cortaba un pelo. Me empezó a poner un maquillaje muy natural, algo para tapar las ojeras, unos polvos para la cara, ya que me dijo:

- Tienes un color de piel muy blanco, en ti no es normal. – dijo ella, ya que sabía tan bien como yo que era morena. Pero, eso de haber palidecido era cosa de mi naturaleza, ya que los vampiros somos muy pálidos de color, ahora mismo mi piel era lechosa, y lo que le quedaba por blanquear.

- Si, ya sabes, cuando se va el verano, mi color se va con él o debo de estar enferma – dije yo disimulando, ya que eso no solía ser así porque, en Monteluna nunca solía hacer mal tiempo y porque no me solía poner enferma. Todo eso de palidecer era cosa de que había bebido sangre, y mas sangre de William, pero eso no se lo podía contar, de momento.

Iria, me dejo como nueva, parecía la Luz que todos conocían y no ese mounstro pálido y con ojeras de no haber dormido aquella noche que vino al instituto.

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