CAPÍTULO 4: Su padre

Después de oír el “pensamiento” vino William, llamó a la puerta y le fui a abrir:

- Hola, ¿puedo pasar?

- Si claro cómo no. Pasa, pasa… – le dije.

- Mi padre me dijo que si tú y tu familia queríais venir a cenar a casa o tu sola como quieras… - dijo sonrojado.

- Si quieres voy yo y otro día voy con mis padres…- Sabía que William debía ser tímido

- Me harías un gran favor, gracias.

- De nada, después aviso a mis padres, están trabajando…

- ¿De qué trabajan?

- Mi madre es jueza y mi padre es abogado. ¿Y tu padre?

- Es pediatra, aunque no lo parezca por su forma de ser, le encantan los niños…

- Qué bonita profesión…¿Crees que me tocará como pediatra?

- Espero que no, porque me cuenta todo lo que le pasa en el trabajo y todo eso…

- Ha Ha, muy gracioso – y nos empezamos a reír (tenía una risa preciosa), él se reía de mi cara y yo de su risa.

- ¿Vamos a hacer el trabajo?

- Si, vamos

Estuvimos toda la tarde haciendo el trabajo, hasta la hora de la cena y aún no habíamos acabado. Les dejé una nota a mis padres diciéndoles lo que pasaba, pero antes de salir de casa me llamaron y me dijeron que tenían un viaje de negocios y no vendrían a casa hasta dentro de unos días.

- Oye, te lo aviso, si sales de mi casa con una indigestión, es culpa de mi padre.

- No pasa nada, esta semana voy a cocinarme yo, no sé qué va a ser peor…

- ¿Y eso?

- Mis padres, están en un viaje de negocios.

- Ah, vale…

Ese mismo instante nos abrió la puerta un hombre alto y esbelto, como William, rubio pero con los mismos ojazos de William. No parecía muy viejo debía aparentar unos 35.

- Hola, tú debes de ser Lucía soy Adam – dijo su voz era preciosa, casi como la de su hijo. Se parecían muchísimo solo que él era rubio y su hijo un poco más castaño.

- Hola, llámame Luz, encantada.

- Pasad, pasad… - dijo dándome paso.

- Tenéis una casa preciosa, y ¡un perro! – dije muy ilusionada.

- Ella se llama Bailey, es una perrita preciosa, ¿verdad?

- Si, es la mar de mona…